Coralmente distribuidas en las paredes, ellas, a quienes la Señora Naturaleza había cedido un sitio reservado, esquivo al simple vistazo y a la hermana mano del cuerpo compartido, se presentan en la muestra de Alejandra; frontales y dispuestas.
En “quieroquemeveas”, la artista plástica y la mujer, eligió como molde la anatomía de nuestras “chicas”, para “pop-ularizarlas” a través de texturas, colores y objetos cotidianos.
Cuencos femeninos, funcionaron como único elemento constante ante una riquísima variedad de propuestas lúdicas y reflexivas acerca de todo lo que pasa por esta zona y acerca de la certidumbre, por cierto, de que: las relaciones de poder efectivamente, penetran los cuerpos.
La niñez con la sopa de letras o el pastito para los tres camellos. La insinuación de un nada naif costurerito lleno de agujas y alfileres, (quizá porque desde niñas nos han dicho que hay que saber coser y bordar para acceder a ciertos paraísos).
Las golosas, con coloridos confites, las mercantilizadas por el vil metal, las que sufren el golpe inmediato de los medios y terminan cubiertas por un cuidadoso collage de titulares de prensa.
La untada por choco- choco-late, dulce fantasía, la “do it yourself” (“hágalo usted mismo”) del Reino de los Canutillos, la lonja tensada que sabe tronar y hace latir. Otras con fértiles semillas y “la de la abuela”, (también imaginada por el abuelo) luciendo viejos encajes.
La penúltima vulva, encarcelada en un metálico cinturón de castidad, guarda sus secretos bajo llave. Quizá también dispuesta, pero nunca disponible, (casi siempre por imposición ajena) nos dice sin hablar. La última, la “no-vulva”, la que cada una/o imagina, la que logró escapar, la obra pendiente, la que socialmente construiremos, la excluida, reserva su lugar en un marco vacío.
Elisa Fornaro